La noticia sacudió al deporte argentino: falleció Alejandra “Locomotora” Oliveras, una de las grandes figuras del boxeo femenino nacional. Tenía 47 años y se encontraba internada en terapia intensiva en el hospital José María Cullen tras sufrir un accidente cerebrovascular. Su vida, marcada por la superación, la lucha y el coraje, deja un legado que trasciende los cuadriláteros.

Nacida en Jujuy, forjó su destino a fuerza de voluntad. Desde muy joven enfrentó situaciones adversas: una infancia atravesada por la pobreza, un embarazo a los 14 años y una historia de violencia de género que marcaría sus primeros pasos como mujer y madre. Pero lejos de quebrarla, esas vivencias despertaron en ella una determinación que la llevaría a conquistar el mundo con sus puños.

La historia de su debut es tan peculiar como simbólica. Ya instalada en Córdoba, con 20 años y dos hijos a cargo, peleó por primera vez en una plaza, con un carnicero como árbitro y el aliento de vecinos que apostaban en torno a un ring improvisado. Ese día, sin sospecharlo, comenzaba la carrera de una leyenda.

Oliveras tuvo un récord profesional impresionante: 38 peleas, 33 victorias (17 por nocaut), 3 derrotas y 2 empates. Fue campeona mundial en seis ocasiones y se convirtió en la única boxeadora argentina en conquistar títulos en cuatro categorías distintas: supergallo, pluma, ligero y superligero. Lo suyo no fue solo talento: fue fuego interior, entrega absoluta y hambre de gloria.

En México

El 20 de mayo de 2006 marcó un antes y un después. En Tijuana, México, enfrentó a la ídola local Jackie Nava por el título supergallo del Consejo Mundial de Boxeo. Contra todo pronóstico, y peleando desde el tercer round con la mano fracturada, Oliveras logró un nocaut técnico que selló la primera gran victoria internacional de una boxeadora argentina. “Peleé cinco rounds con tres fracturas. Nadie entrenaba como yo”, diría años después con orgullo.

Pero detrás de esa hazaña había una herida profunda: pocos días antes del viaje, descubrió que su esposo la engañaba con su propia hermana. “Me quería morir, fue una puñalada por la espalda”, confesó. Canalizó ese dolor en disciplina, se subió al avión con el corazón destrozado… y regresó campeona del mundo.

La otra noche inolvidable llegó en 2013, en su tierra natal. En un estadio colmado, defendió el cinturón pluma de la OMB ante la colombiana Calixta Silgado. En el quinto asalto, un derechazo fulminante dejó a su rival fuera de combate. El nocaut fue tan contundente como emotivo. Aquella vez, Jujuy se rindió a sus pies.

“Locomotora” colgó los guantes en 2017, pero nunca se alejó del público. Se reinventó como influencer y entrenadora, con una fuerte presencia en redes sociales donde compartía rutinas y mensajes motivacionales. También fue parte del espectáculo: participó del programa “Bailando por un Sueño” en 2007, mostrando otra faceta de su personalidad.

Política

En los últimos años incursionó en la política. Fue candidata a diputada nacional en 2021 y en 2024 se sumó a la Dirección Nacional de Seguridad en Eventos Deportivos, dentro del Ministerio de Seguridad. Además, había sido electa como convencional para participar en la reforma constitucional de Santa Fe. Irónicamente, el ACV que terminó con su vida ocurrió el mismo día que asumía esa función, el 14 de julio.

Oliveras fue un ejemplo de resiliencia. Superó abusos, pobreza, violencia y traiciones. “Dormía en un colchón en el suelo y trabajaba en cinco gimnasios para alimentar a mis hijos”, recordó alguna vez. Su historia era, como ella misma dijo, “una Rocky mujer, pero de verdad”.

Más allá del ring, Alejandra se convirtió en una voz de las mujeres que, como ella, enfrentaron la violencia y el abandono. En cada entrevista hablaba con crudeza y sin filtros de su historia personal, convencida de que contarla podía ayudar a otras. “No acepté ser víctima, y me defendí como pude. El boxeo me salvó”, decía. Esa fuerza, nacida del dolor, fue la que transformó su nombre en símbolo de lucha y empoderamiento.

“Locomotora” fue una luchadora en el sentido más profundo. Su muerte deja un vacío inmenso, pero también una huella indeleble. Fue campeona arriba del ring, y también abajo. Porque nunca dejó de pelear.